La primera parte de la edición 2022 de The Best of Ribera del Duero celebrada el pasado mes de septiembre reunió un connotado grupo de chefs que eligieron en una cata a ciegas, junto con otro grupo de sumellires, sus 30 etiquetas favoritas que, a finales de año, degustarían en una dinámica similar otro centenar de amantes del vino convocados por Grupo Milenio.
Compartimos entonces algunas historias donde se entrelaza la vida y el vino, que hoy ampliamos para disfrute de los lectores.
Reencuentro
Juantxo Sánchez, quien está por cumplir tres décadas de radicar en nuestro país consagrado a la gastronomía, goza desde hace algún tiempo la fama mediática propiciada por su participación en el programa Top Chef México.
Asturiano de nacimiento, región donde predominaba la sidra natural, se crió en San Sebastián, el cual define como el caldero de la cultura gastronómica ibérica, la cual evidentemente incluía los vinos. Ubica hace unas tres décadas el inicio del boom de enología y cultivo de los vinos de diversas regiones en su país, hasta entonces dominados por unas pocas marcas, como Vega Sicilia. Y no olvida la fecha de su llegada a México: 17 de septiembre de 1993.
Rememora la ocurrido poco antes: “Mi despedida de España fue con dos eventos trascendentales; el primero fue en San Sebastián, en la parte vieja de la ciudad, donde se reúne una pequeña cofradía, del Ajo y el Perejil: treinta por ciento cocineros, treinta por ciento críticos gastronómicos, y treinta por ciento políticos. A los dos días, hicimos otra despedida en Casa Julián, un restaurante en Tolosa. Y qué mejor que despedirme de España con un chuletón y un Ribera del Duero, nuevo por entonces: Castillo de Balbás, el cual volví a encontrar en este evento.
Un amor de larga duración
Actualmente, Israel Aretxiga reparte su vida entre Ciudad de México y Miami, donde grupo Zeru recién se internacionalizó con la apertura de una sucursal supervisada por su talentoso chef corporativo, quien comparte su opinión sobre los vinos de Ribera del Duero: “Es una Denominación de Origen que hemos acogido en México con singular alegría, por su calidad implícita, y creo que el paladar mexicano y la cocina que se hace en muchos lugares, incluido el mío, se adapta muy bien a ella. Hablar de sus vinos es hablar de mucha frutalidad y mucho trabajo que se nota en la botella, así como un olfato increíble. Una redondez absoluta. La cocina que hago ayuda mucho al ser una cocina ibérica, sobre todos los arroces que hacemos, como un socarrat de cachete con hongos de temporada”.
Nunca olvidará su primer encuentro con los vinos de la región, los cuales lo acompañan desde entonces en su carrera profesional: “Mi encuentro como chef con Ribera del Duero ocurrió hace unos trece o catorce años —tendría menos de veinte años de edad—, y fue en el restaurante Alaia, al sur de la ciudad de México, donde trabajaba entonces; el primer vino que probé debió haber sido un Protos roble, y desde entonces soy un amante y seguidor de los vinos de Ribera del Duero”.