La culminación de la edición 2023 de The Best of Ribera del Duero —con una cata a ciegas para 70 consumidores finales de la ciudad de Guadalajara, quienes seleccionaron sus diez etiquetas favoritas— se convirtió en una celebración para los amantes del vino, y un reconocimiento para el lugar donde se realizó el magno evento, El Italiano, primer restaurante de la capital jalisciense en disponer de una cava para vinos.
Paolo Pernazza, propietario de dicho establecimiento al igual que Sagrantino, sede de la primera etapa del evento, donde a finales de septiembre una veintena de profesionales del vino seleccionaron en otra cata a ciegas las etiquetas degustadas a principios de noviembre, consideró un honor que sus establecimientos fueran seleccionados para la realización de las dos etapas de The Best of Ribera del Duero, lo que sintiò como un reconocimiento de su pasión por el vino, cuyo consumo ha promovido en Guadalajara desde finales de los años ochenta del siglo pasado.
“Es un honor para mi recibir a tantos amantes del vino, así como representantes de una Denominación de Origen tan importante como Ribera del Duero, y albergar este ejercicio que refrenda el sentir mio de la importancia del vino, al que considero como un amigo que comparte la mesa”, expresa emocionado el entrevistado, originario de la localidad de Umbria, radicado en nuestro país desde 1980.
Y agrega: “Este tipo de manifestaciones habla del interés que ahora despierta entre la clientela de Guadalajara la importancia del vino; resulta emocionante tener la presencia del mejor sommelier que tenemos en México —refiriéndose a Luis Morones, brand ambassador en México de la D.O. de Ribera del Duero—, de tantas bodegas de reconocimiento mundial y tantos amantes del vino: todo esto enaltece lo que aquí tenemos.”
Para el europeo, ejemplifica, el vino es como la salsa para el mexicano: “Si yo le doy a un mexicano una comida sin salsa, no le sabe a nada: lo mismo le pasa al italiano con el vino”. Y recuerda cómo, 36 años atrás, resultaba complicado conseguir vino para su recién abierto restaurante, lo que lo llevó a asociarse con importadores para empezarlos a traer de Italia, España, Sudamérica y Estados Unidos. “Pero el problema era también la clientela”, rememora: “Mucha no estaba acostumbrada; las primeras respuestas que me daban al ofrecerles una botella de vino era ‘Oiga, pero es que no estamos celebrando nada’. Se asociaba con algo muy especial, además de su alto precio”.
Paolo Pernazza, quien ha tomado tres cursos de sommelier para acercar a su clientela al gusto del vino, comparte una hermosa reflexión final: “Yo acostumbro a decir que el vino es un amigo que viene a compartir la mesa, con el que hay que platicar, escuchar lo que tiene que decirnos, lo cual resulta muy interesante. Cuando vemos su color, apariencia, aroma, gusto, nos está hablando de su origen. Es humanizar la presencia del vino, y sobre todo el vino de calidad con comida de calidad, que forman un binomio imprescindible”.
